Domingo de sol. Ya siento el prenuncio del verano en el aire. Mejor ir con calma, pues el tiempo en São Paulo es tan imprevisible como una mujer en TPM. Esta mañana me levanté, corrí 40 minutos en la caminadora (hello, correr en la caminadora sonó ridículo), me puse a tomar sol en la piscina y a sentir la paz de estar el paraíso a 15 pisos de la planta baja. Es increible cómo se hace un paraíso. con agua, pajaritos y aire puro en un edificio de concreto, en esta selva de piedra que es São Paulo. Mientras leía Eat, Pray, Love, de Elizabeth Gibert, imaginaba todo su viaje espiritual por India. Cómo es necesario un poco de paz en la vida de las personas. Cómo es imprescindible el estar con el YO, sin temores, sin miedos absurdos, sin palabras. Sólo con los pensamientos que fluyen sin miedo de críticas. No es fácil estar con uno solo. Cuando se tiene ese placer de disfrutar la “compañía” de uno, el único problema es querer estar más tiempo de esa manera y comenzar a evitar a los otros. No es ese mi caso. Amo estar con personas queridas, tanto como estar conmigo misma. A veces me cuesta entender por qué tantas personas todavía no descubrieron el placer de estar consigo mismas. No me refiero a estar encerradas en casa, viendo tv o llorando la desgracia que es estar sola un sábado en la noche. Me refiero al “placer” de disfrutar un restaurante sola, de ir al cine sola, de ir a un museo sola, de viajar sola.
Ayer no estaba sola. Fui al cine con mi compañera cultural Judith. Como la Mostra Internacional de Cinema de São Paulo todavía está a todo vapor, ayer nos tocó ver dos pelis más: Romance, del brasileiro Guel Arraes, y 24 City, del chino Jia Zhang-ke. Completamente diferente uno del otro. Romance es una historia de amor (duh!) entre dos personajes (el delicioso Wagner Moura, de Tropa de Elite, y Leticia Sabatella) que están montando Tristán e Isolda en el teatro. Entre las idas y las venidas, la chica recibe la propuesta de un trabajo en tv, lo que desencadena celos, traición, envidia, besos apasionados, preguntas indiscretas. Tristán e Isolda contemporáneo y brasileiro. Mas que brasileiro, nordestino. Con bellas locaciones en el nordeste brasileiro, en la región de Cabeceiras, en Paraíba, además de la avenida Paulista bella e imponente. Un retrato de amor en los tiempos en que esta palabra está más asociada al dolor que a la alegría de vivirlo intensamente. Intervalo para ir al baño, tomar un poco de agua, estirar la piernas. Ahora, una intro al director Zhang-ke: Cry me a River cuenta la historia de 4 amigos que se reencuentran después de un tiempo. Ellos ya se amaron en el pasado y ahora se preguntan si aún pueden amar, si el tiempo que pasó borró las memorias de amor que ya tuvieron. Através de los canales, en un bote, ellos navegan apreciando una antigua ciudad china que pasa frente a ellos. Bella metáfora para las cuestiones que nos importan! Ya, en 24 City, este director pone su cámara a captar la emoción y las vidas de un grupo de personas, trabajadores de fábricas estatales (420), que, como en muchas partes, están cerrando para dar lugar a complejos residenciales de lujo. Son historias crudas y tristes de gente que lo único que tenía era su trabajo en la fábrica, gente miserable, reclutada en lugares distantes de China para venir a ganarse el pan (cuanto mucho) de la vida en la gran ciudad. Es la emoción que el director consigue captar, lo que nos hace pensar en la locura de la grandes corporaciones que te roban la vida y las tiran en la basura sin ninguna parcimonia. No es un film bello. Es un film duro, pero necesario.
Escena de Cry to the River